La velocidad me aleja de mí

Por Motoscoot 22 marzo 2009

Coges tu casco, ya aspiras ese familiar olor que te hace recordar esos buenos momentos, mientras te lo abrochas espiras y sientes esa pequeña sensación de claustrofobia mientras empañas la visera.

Te pones los guantes suavemente, no hay prisa, ya habrá tiempo de correr. Dos pasos te separan de ella, a dos pasos de la perdición, a dos pasos del paraíso. Montas encima con cuidado de no ser brusco, no vamos a despertarla antes de hora. La llave desbloquea la dirección y da el contacto. Quitas el caballete y ya apoyas tu pierna izquierda en el estribo.

Tu mano enciende el motor con un sonido eléctrico al principio, y luego empiezas a oír cada revolución como si entre ellas existieran segundos contables. Aceleras suave, no quieres forzar la salida inevitable, mantienes firme la muñeca y cada vez das mayor cantidad de gas, hay que acostumbrarla a lo que se le viene encima. Encaras tu vía, inhalas la primera bocanada de aire frío que se filtra por el casco, con la mano izquierda presionas el embrague, un punteo con el pie hacia abajo engrana la primera marcha, unos breves acelerones más, paulatinamente aceleras desde abajo mientras sueltas la maneta izquierda, empiezas a rodar.

Ya no te molesta el vaho que tu aliento produce con el ambiente gélido, no te impide la vista completa. Los movimientos fluyen definidos y rápidos mientras la bestia va despertando en ti, controlando la máquina. Sientes la conducción, incluso le pones banda sonora con tu tarareo, te vas sintiendo cómodo en tu montura. La muñeca poco a poco se va engrasando y sientes unos movimientos más rápidos, más precisos, como si de ello dependiera tu vida. Atraviesas líneas delgadas, entras por huecos donde la razón te grita que no cabes, aceleras cuando en realidad deberías frenar… Una gota de sudor helado cruza tu columna en vertical.

Dejas atrás las preocupaciones, las alegrías, y te concentras en sentir y disfrutar cada cambio, cada frenada, cada movimiento. Vas a una velocidad superior que tu conciencia, y ella se va quedando atrás en el camino, los coches también se ven lejanos, hasta las vistas menos agraciadas de los suburbios de la ciudad te parecen bonitas cuando conduces, cuando montas.

No puedes evitar sonreír cuando ves el nombre del puerto al que sueles acudir, tu muñeca recupera su posición un segundo antes de que aceleres espoleado por tu emoción. Llegas a la parte interesante, a tu montaña rusa particular. Tu posición cambia, relajas tu cuerpo y decides dejarte llevar por el desfiladero, te antepones el reto de disfrutar más que la última vez.

Coges aire. Reduces una marcha, vas muy deprisa. Presionas con el dedo corazón el freno delantero, no ha sido suficiente el freno motor, vas en pendiente descendente. Tu cuerpo se balancea solo, tus brazos realizan la fuerza de mantener y tu cabeza la de inclinar al cuerpo, te sientes pesado. Aceleras un poco, ahora a fondo. Tu cuerpo como un muelle vuelve a su sitio. Sueltas aire. «La primera, -te recuerdas- quedan muchas más.»

No piensas, ya no tarareas, vives pendiente de cada gesto que realizas, disfrutas con ello y te hace sentir bien cada curva de la que sales. Intentas reprimir el deseo, pero es superior a ti. La rueda trasera entra cruzada en la curva, apagas la conexión mental y empiezas a conducir por los impulsos de tu corazón.

«Tum, tum!» Sientes la presión de tu sien con el casco a cada latido, las revoluciones del motor y el canturreo de tu corazón son uno. No importa qué o quién tengas delante, tu objetivo es adelantarlo. Sientes quemar la adrenalina dentro de ti, te ahoga pero deseas más y tu puño nunca te defrauda, está conectado al acelerador y tiene vida propia. Los procesos se repiten, como una orquesta en sinfonía, y tu eres el director: haces lo que quieres y siempre sale bien, aunque mejorable.

Sin importarte la velocidad echas una ojeada alrededor, ves el cielo azul claro y deseas volar. «Volar… volar?… porqué no?» Y aceleras de nuevo hacia el final de la pendiente.

El motor va reduciendo sus vueltas, el freno tiene una continua presión, tu muñeca ya no gira más. Vas descendiendo tu velocidad, aflora en ti un sentimiento: la relajación. Pasas la pierna por encima del asiento, ahora mucho más lentamente. Cierras el contacto, sacas la llave.
El guante izquierdo se va fuera, luego el derecho. Mientras poco a poco vas retirando tu casco, sientes aire totalmente fresco, impregnado de un olor conocido, característico de la región. Aspiras fuertemente para paladear el sabor de tu motor.

Enseguida sientes como si algo hubiera vuelto a ti, entonces recuerdas lo que dejaste atrás, que te ha perseguido hasta volver a ti. «I’ve been always faster than my angel guardian can fly»

Estás cansado, te sientes merecedor, campeón, por derecho propio de un buen descanso.

Comentarios

Greg

Si señor, una buenisima reflexion sobre lo que todos sentimos al estar volante, bueno mejor dicho, lo que sentimos las personas que podemos permitirnos esas sensaciones..
Al igual no tiene porque ser una moto con marchas, pero igualmente, es algo inigualable, diria que no tiene precio si no consumiese gasolina.. jaja
Un saludo!

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Adri_Rs

Gracias!, me encanta que a la gente le guste.

La verdad es que me he inspirado en lo que yo siento... un día me senté delante del ordenador y lo escribí porque me entró la vena... Otro que volvió la inspiración lo arreglé y la verdad, como dices tu, sentir esto NO TIENE PRECIO ^^,

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scooter

Muy bien escrito, y si, define lo que muchos sentimos con el motor!

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juanmy

dios tio es una de las mejores cosas que he oido en toda mi vida sobre la vida que tienes encima de una moto!! tengo el pelo de punta tio!!! kurradisimo

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jesus lara

De verdad tio,impresionante,sin palabras,totalmente de acuerdo con tigo,esas sensaciones son unicas!!!!y ojala las podamos seguir disfrutando toda la vida!!!

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angel

la verdad es k es muy bonito lo k as escrito me gusta un monton i no kiero parar nunca de sentir esa sensacion.cuando me subo a la moto i enpiezo a acelerar seme kitan todas las penas mis inpulsos, mis emociones,mis sentimientos guian la moto sin ningun rumbo a seguir sin prisa pero sin pausa i me siento libre.la verdad es k cuando se me rompe la moto siento como si seme apagara algo dentro de mi k no se vuelve a encender asta el dia k vuelves a encenderla i oyes cada sonido del motor k pareze musica i vuelves a ser libre.

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angel

cuando me subo a la moto i enpiezo a acelerar seme kitan todas las penas mis inpulsos, mis emociones,mis sentimientos guian la moto sin ningun rumbo a seguir sin prisa pero sin pausa i me siento libre.la verdad es k cuando se me rompe la moto siento como si seme apagara algo dentro de mi k no se vuelve a encender asta el dia k vuelves a encenderla i oyes cada sonido del motor k pareze la melodya de la livertad.

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